sábado, 23 de junio de 2012


MIÉRCOLES 13 DE JUNIO

DESCRIPCIÓN:

La mayoría de los estudiantes no saludan cuando ingresan al salón de clases y los que no asisten no envían excusa.

Iniciamos la jornada con la oración y seguidamente continuamos con el tema de “los múltiplos de un número”.

En la clase de español, algunos estudiantes manifestaron dificultad para conjugar los verbos en los tres tiempos, e incluso, unos no realizaron en forma adecuada el ejercicio planteado en una fotocopia. Ellos no leen los enunciados que hacen referencia a la forma en que deben realizarse las actividades planteadas.  No alcanzamos a hacer los ejercicios del momento pedagógico “trabajemos en comunitariedad”.

Los estudiantes no levantan la silla ni el pupitre, hacen mucho ruido arrastrando el mobiliario.

En esta clase, José Alirio y Leonardo, estuvieron desconcentrados, hablaban mucho y éste último, estuvo entretenido con el celular.

En la clase de inglés, solamente alcanzamos a hacer la sopa de letras y a consignar el contenido del tema. Le entregué el material a la maestra acompañante para que continuara posteriormente con la clase.

En este día todo transcurrió con normalidad

INTEPRETACIÓN:

He notado que poco a poco se han ido perdiendo las normas de cortesía, especialmente en los estudiantes. Algunos no agradecen cuando se les facilita el  material de trabajo, no saludan cuando ingresan al salón, no levantan las sillas ni los pupitres, son intolerantes e incluso se agreden física y verbalmente.

No sé con exactitud a que se debe esto, a lo mejor no existen pautas de crianza adecuadas en la familia, tampoco hay  un referente de autoridad apropiado que inculque valores y normas de cortesía.  Desafortunadamente, algunos profesores inculcan pocas reglas de urbanidad y no le dan cabida a la formación de las personas que tienen a cargo.

Según el convenio del manual de urbanidad de Manuel Antonio Carreño, páginas 28 y 29, las reglas de urbanidad nos enseñan a ser metódicos y exactos en el cumplimiento de nuestros deberes sociales: a dirigir nuestra conducta de manera que a nadie causemos mortificación o disgusto: a ser atentos y afables.

Por medio de un atento estudio de las reglas de la urbanidad, y por el contacto con las personas cultas y bien educadas llegamos a adquirir lo que especialmente se llaman buenas maneras o buenos modales, lo cual no es otra cosa que la decencia, moderación y oportunidad en nuestras acciones y palabras, y aquella delicadeza y gallardía que aparecen en todos nuestros movimientos exteriores, revelando la suavidad de las costumbres y la cultura del entendimiento.

REFLEXIÓN:

Hay una frase que reza “las palabras convencen pero los ejemplos arrastran”, una de las mejores maneras de educar es por medio del testimonio de vida, del ejemplo, este es el mejor mecanismo para enseñar.

Del mismo modo se deben aprovechar las escuelas de padres para reeducar a las familias, ya que los valores y las reglas de urbanidad se generan inicialmente en el seno del hogar. También se puede redactar un reglamento interno con la ayuda de los estudiantes y aprovechar los espacios de formación para dar a conocer el manual de convivencia e implementarlo en el aula y fuera de ella.
Como maestra en formación, debo reflexionar a cerca de cómo estoy viviendo con el otro, cómo me estoy comportando, ya que yo puedo ser la primera en ser descortés e indelicada en el trato con mis semejantes. Concluyo con esta frase de Juan C. Abella “Bienaventurado el que comienza por educarse antes de dedicarse a perfeccionar a los demás”.


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